20 de agosto de 2007

UN VERDADERO VIAJE


Menudo despertar más raro... De repente empecé a ver, pero ya tenía los ojos abiertos. De hecho me picaban como si llevara un día sin dormir. Lo primero que hice fue frotarmelos con mi dedo indice y pulgar. Al alejarlos me dí cuenta de que estaban manchados, ¿carboncillo?. Mi lengua era como a una ballena varada en la arena, con la manga me limpié las boqueras de los labios, escupí compacta baba blanca. Observando mí creación caí en mís terrenos, dandome cuenta de que estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Miré al techo, miré al suelo, miré a diestra y siniestra... Mi experiencia me decía que era un secadero de tabaco.
Entre mis piernas había un cuaderno Moleskine garabateado y restos de mina de lápiz. Nada de esto tenía mucho sentido, pero a veces pasa... Los vaqueros Lee, que algun día fueron color crema, estaban en condiciones dignas de un jornalero, la camiseta echa un siete, las chanclas eran restos de chancla...
Ya de pie, giré 360 grados, era un secadero, gire otros 180, estaba abandonado, otros 90, allí vivía gente, iba a por 180 más cuando me di cuenta de que no estaba solo.
Fue por sus dientes blancos... Sonará racista, pero si no llega a sonreir el muy cabrón, no me doy cuenta en la vida... Allí estaba, un negro en una esquina, mirandome y riendo.
Se acercó hablando en su idioma. Desde el primer momento supe que no tenía nada que temer (soy un poco paranoico), era un señor mayor muy amigable y en sus manos traía una botella de plastico con agua. Me tocaba, me hablaba y yo no entendía nada. Yo bebía de la botella y le miraba. De su boca manaban sonidos y sonidos, el hombre no sabía ni papa de español. Entonces pareció darse cuenta de que a mí como si llovía y se calló, pero no sin regalarme una calida sonrisa. Con ella su rostro se cuarteo como el fango seco, revelandome miles de lineas con sus mismas historias, la mayoría relacionadas con la penuria. Le puse mi mano encima de su hombro huesudo y lo apreté, de mí rostro brotó la sonrisa más sincera posible, la verdad es que casi lloro. No se como explicarlo, pero ese negro irradiaba todo lo bueno y puro que debe quedar en la raza humana.
Nos sentamos frente a frente en unos taburetes, por fín en silencio. Yo observaba la absoluta falta de decoración y escuchaba el silencio. Mis ojos se cruzaron con los suyos, el gesto había cambiado, ahora era serio.
"¿No te acuerdas de nada?". Sonaba a mejor castellano que el del doblador de Morgan Freeman. Me sentí como el niño del Resplandor.
Lentamente se levantó y fué hasta la pared donde yo me había encontrado a mí mismo hace un rato. Cogió el cuaderno y lo puso ante mí.
Eran bocetos frenéticos de la suerte de varas. Toros entrando al caballo con codícia y espectacularidad, picadores en tensión, cerca del derribo. Emoción y bravura. ¿Pero qué era todo esto?, ¿lo había dibujado yo?, ¿cuándo?. El leyo mí mirada confusa, y esta vez, alargando él su mano hasta mí hombro, dijo una palabra: "Guadarrama".
Un recuerdo tras otro se fue formando en una espiral que se dirigía hacia el inconsciente como agua por un sumidero. La taza de wc de mí cabeza se quedo vacía del río de experiencias pasadas, para luego irse rellenando lentamente en una tranquila y estancada memoria donde chapotear.
Los ojos del negro estaban llenos de venitas sanguinolentas, me eché hacia atrás apoyando la espalda en la mesa, mis dedos por encima del dibujo como sí fuera braille. Sentí el papel como chapa mal pintada. El Legionario...
Sabado por la noche, completamente colgados de setas, mirando que coche robar para ir al día siguiente a una novillada concurso. Cada uno se rebusca la vida como puede. Por fín El Legionario abre uno. Supermirafiori. Justo lo que andabamos persiguiendo. Éste le hizo el puente, y yo puse la radio a toda hostia. Salímos escopetaos...
Siempre busco la música para cada momento, para cada situación. Me zambullí en las ondas... De entre las ondas, la estática, el ruido blanco y toda esa mierda surgían confesiones de madrugada, el último amistoso del Murcia, voces sexys, atentados en Irak, canciones ñoñas... Un magma que me parecía apasionante con mi colocón de aguardiente y demás sustancias... "Pon algo de una puta vez" me gritaba El Legionario. Sintonicé a Los Chunguitos, banda sonora de "Deprisa, deprisa", "Ay que dolor", el destino nos llamaba por rumbas y nosotros descojonaos... ¡Ole!.
No se ni dónde, ni cómo, ni cuándo, pero nos salimos de la carretera. Siniestro total para el coche, de milagro casi nada para nosotros. "Acho, escampa antes de que vengan los picoletos, cada uno por su lao". Él desapareció ipso-facto, yo me quede mirando en la oscuridad: camino de tierra, nada a ambos lados, unos focos a lo lejos. Salté una valla y me introduje en los campos de cultivo.
Tampoco se cuanto estaría caminando, ni hacia donde, pero al final ví una pequeña luz de fogata. Allí conocí al negro, en medio de la noche me ofreció su humilde morada. Me daba verguenza entrar, yo estaba sucio, estaba drogado. Intento acordarme de mis sensaciones... Creo que me hablaba en su idioma, pero yo le entendía. De la mano me llevo al borde del canal que regaba aquellos sembrados. Señaló el agua, su sonido contínuo me relajaba, sus dientes brillaban, empezó a cantar una melodía que me asaltó desde el origen de los tiempos, era triste y alegre, como la vida misma. A veces creía estar en un remake barato de la escena del indio de "Asesinos Natos". En otros, me pareció que todo lo anterior a conocer a este hombre había sido ficción.
"¿Te gustan los toros?", me señalaba con el dedo y decía palabras que nunca había oido. "¿Tú puedes ser un toro?". Yo reía con toda esta mierda chamánica, pero también me infundía un enorme respeto. "Yo estuve en la Plaza de Melilla cuando Domingo Ortega cortó dos orejas, rabo, y una pata que el Maestro no aceptó, a un toro Santa Coloma. En el año 1947." Nuestras carcajadas se debían oir en kilometros a la redonda.
"Los toros no es solo para divertirse haciendolo o viendolo. Para eso no matas un animal. Nunca pueden ser mero entretenimiento, eso es de la sociedad del espectáculo, de los occidentales. Es algo que también tiene un aspecto funcional en la sociedad, una parte espiritual, como los encierros en los pueblos para los jovenes... Rito de iniciación".
Volvía a cantar entonces, el agua hablaba, su voz se derramaba. Paraba y contaba más historias, sobre su familia griot en Mali, sobre sus viajes a Marruecos con cofradías gnawa, sobre el trance y sobre la verdad que nos revela, sobre Dios... Llevaba un ritmo continuo con las manos que iba ganando velocidad de una manera imperceptible. Pudo pasarse horas recitando.
Me alargó un cuenco con la mano, no se de donde había salido, bebí sin preguntar... Su tono de voz subió, cerré los ojos y no me acuerdo de nada más...
Al abrirlos, me sorprendió ver junto al negro a El Legionario. "Menudo ciego te pillaste ayer, me quedaste flipao. No se que te daría el negro este, pero aparecí por aquí de casualidad y estabas fuera de control. Sentado ahí dibujando con los ojos volcaos. Farfullando nombres de ganaderías durante horas, yo te llamaba y ni puto caso, como si estuvieras escuchando música, y repetías Guadarrama, Guadarrama...".
Sobre un fondo negro aparecen líneas blancas, líneas nerviosas que se entrecruzan formando un túnel que succiona y obliga a correr... Corro y me paro, giro, un toro avanza, aparecen más líneas, frenéticas esta vez, se dibuja un caballo con su picador encima. El toro acude al galope y se estampa contra el pecho del caballo que aguanta como puede. Del lomo brota sangre roja en un mundo negro y blanco. Una y otra vez vuelve, la sangre que causa el puyazo abnega el albero y me llega hasta las rodillas. En los ojos del toro veo que en ese momento reside su verdad. En mis visceras, en mis sesos, siento que ese negro solo me pide que busque verdades.
El Legionario me está dando de guantazos y pidiendo que vuelva. Me protejo la cara como puedo. "Anda, vamos, que tengo que estar levantado pronto mañana... Despidete del viejo y escampando de aquí".
Con una mirada basta. Lo dejamos allí, a la puerta del secadero. Luego un rato andando y en el primer pueblo robamos una motocicleta.
Le iba contando mí viaje al oido mientras conducía, con todo detalle...
Solo me respondió: "callate y mira lo bonito que está el campo".

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Insisto, enhorabuena, me encanta este blog, como está escrito y el mundo que nos cuentas. Aire fresco, novedad entre los acartonados aficionados, censores unos de los otros, algunos de ellos fulanos de fama venteña, viciosos, con doble moral. Te tomas un par de birras, incluso de más, y es que, colega, van y te retratan de yonki. Bien Los Chunguitos, "hiciste la maleta..." "gnawa, gnawa, na...". Tu fiel lectora.

La condesa de Estraza

Anónimo dijo...

Si Sra. Condesa este blog es todo un lujo.
Un saludo
Pgmacias

sol y moscas dijo...

Un lujo es tener de lectores a aficionados como ustedes.
Un saludo.