25 de octubre de 2007

EL TALIBÁN

Abrí un ojo, sentía la boca muy seca y cosquillas en las comisuras, intenté abrirla pero estaba casi pegada por las babas secas que habían actuado como una especie de cemento. Conseguí separarlos unos milimetros, volaron unas moscas, vi como volvían a bajar, empezó de nuevo el cosquilleo en las comisuras. Acerqué un dedo a mi ojo lentamente y aparté las inmensas legañas resecas, después lo abrí completamente, el cosquilleo crecía y se mezclaba con el zumbido de las alas o las patas de las moscas, el parpado se cerraba de nuevo y desde lo más profundo me vinieron ganas de bostezar. Se separarón mis labios y volaron moscas que allí se alimentaban de mis boqueras. Una se había quedado pegada, atrapada en la secreción amarilla notaba sus patas o sus alas moverse freneticamente en mi comisura. La saque de allí con cuidado, intentando no lastimarla. La observe entre mis dedos y la aplasté. Gracias a Dios voy a ver un nuevo día.
Mi cabaña de piedra, adobe, ladrillo y madera es la celda de un asceta, un recinto de pureza penitencial, que extiende su laconismo pòvero a la humilde enramada que sombrea la puerta que da a la montaña. Un búnker, pero también un refugio onírico de arquitectura elemental, de depuración minimalista, de elegancia despojada, de refinamiento sin esfuerzo, de belleza serena... Como nuestro arte.
Me puse la ropa y metí los pies en las babuchas, ajusté el turbante alrededor de la cabeza, cogí el ak-47 y esperé en el porche a que pasara el autobús leyendo blogs en mi portatil. Soy así: modernismo tecnológico y arcaico culturalmente.
Ya se le oía antes de que apareciera doblando la curva. El "autobús" es un "pick-up" de Toyota con el que nos desplazamos por las montañas allá donde Allah nos llame a la guerra santa. Así ha sido siempre y siempre lo será. Pararon justo delante mío levantando una nube de polvo, soltaron cuatro bromas, ofrecieron mil manos y me subí con ellos.
Bajamos por los caminos a una velocidad endemoniada hasta llegar al pueblo. Había reunión de sabios, una Jirga. Al sol en una plaza los viejos eran escuchados y lo que decían era tomado en consideración. Primero uno y luego otro viejo tomaban la palabra, y cuando el segundo había acabado empezaba el revuelo. Entonces todos decían lo que pensaban, y cualquier opinión era valida, pero sí se nombraba a Dios en vano o se intuía adoración a falsos idolos te echaban del pueblo a pedradas. Así ha sido siempre y siempre lo será.
Yo como soy un raro me encanta oir hablar a los sabios de verdad mientras fumo un poco de opio del valle. Muchos no lo tienen bien visto, por lo que a veces aprovecho algún descanso para pasear solitario por las callejuelas con la pipa y el retumbar en mi cabeza de alguna revelación que se vuelve sagrada por el humo que penetra hasta el fondo de los pulmones y produce chiribitas en mis ojos dejando sabor a caramelo en mi boca y en los dedos sucios.
Vomitando en una oscura y sucia esquina andaba cuando escuché a los niños recitar. Era algo ya conocido... Esa serie de palabras...
Dando tumbos y sujetandome en las paredes. De lao a lao. Como con un candil encima de la cabeza que no para de oscilar. Como con un candil en la bodega de un barco del siglo XV se iluminaba el suelo que yo pisaba. Seguí caminando persiguiendo el coro infantil. Y llegué a una puerta, la puerta de la madraza, donde no quise ni adentrar la mirada. Y allí permanecí durante horas escuchando esa letania proveniente de dentro. Esa letania que había aprendido dando cabezazos a los textos sagrados hasta hacerme sangre en la frente...
De la plaza llegaban los bramidos de los pick-up encendiendose, algún disparo al aire. Con fuerzas renovadas me alzé sin separar la espalda de la pared. En una especie de largo sueño vivido fuí como flotando donde me esperaban para volver. Mis labios no dejaban de mascullar aquella larga letanía memorizada hace tantos años ya. No dejaron de hacerlo en toda la vuelta a casa. Una vez allí arrimé el kalashnikov a mi estera, luego descolgué el antiguo saco de piel de detras de la puerta, dentro estaban las tablillas. Tablillas de madera con palabras sagradas, pero no del Corán, no de Ala. Palabras del Pasthunwali, el codigo que nos gobierna, el modo de los pashtunes.
El martillo retumbaba en las paredes vacias, su sonido chocaba contra las laderas de la montaña y viajaba hasta la cima, luego se introducía por las grietas y viajaba hasta el interior de las cuevas. Viajaba a través del universo y buceaba en las profundidades del espiritu. Los dos grandes caminos... Luego volvía a mí, y yo no escuchaba nada porque aquella sarta de palabras habían formado un bucle impermeable. Regresé a la estera y observé el resultado: con una sonrisa me alegré de ser un talibán.

"El aficionado puro, ese camina quedo, para, mira, calla. El aficionado puro parece que mira, pero en realidad no ve. La ilusión de la corrida ocupa su pensamiento y sueña toros bravos, lidiadores expertos, artistas de la tauromaquia. El aficionado puro, lo primero que le interesa del cartel es la ganadería y la hora de comienzo de la corrida. Los espadas, con ser muy importantes, constituyen un factor secundario en sus motivaciones, pues, toree quien toree, acudirá al festejo en cualquier caso. No suele alentar partidismos y lo mismo elogia hasta la excelsitud la actuación de un torero una tarde, que destruye analíticamente la siguiente. Algunos aficionados, cuando se les pregunta cuál es su toreo favorito, se sienten ofendidos por la duda y responden severamente:
-Yo no soy de nadie; sólo del que lo hace.
Su exigencia es que salga el toro íntegro; que la lidia se ajuste a las reglas; que la presidencia cumpla y haga cumplir el reglamento. Si además hay toreo bueno, ésa ya será la felicidad. El aficionado puro vive la corrida desde sus prolegómenos, se fija en todo cuando sucede en el ruedo y en el callejón; observa, estudia, analiza, correlaciona; posee un sentido de la justicia estricto y su primer objetivo de defensa es la fiesta misma. El aficionado puro es beligerante con todo cuanto atente contra la autenticidad del espectáculo, con aquello que lo desnaturalice. Pero no es intrasigentea ultranza, pues, en sentido contrario, cuando hay toro íntegro, lidia verdadera, mérito del lidiador, se hace de miel. El aficionado puro , en realidad, es un bendito de Dios."
Joaquín Vidal (El Toreo es Grandeza)

4 comentarios:

el papa negro dijo...

Aun acostumbrado a las severas ropas talares no le imagino enturbantado.
Regrese a cualquier íntimo exilio al itálico modo, tan querido por usted, le sugiero un San Casciano y como el gran Machiavelli cambie el percal del trabajo cotidiano por severas ropas talares y renovandose con los viejos clásico, inicie unos Discorsi sobre la década gloriosa de José y Juan.
Con la esperanza de que su amada república vuelva al mejor gobierno de la tauromaquia...
(Inutil intento como usted y el sano escepticismo de su hospitalaria mente le advierten, pero siempre le quedará la salida de engolfarse en partidas de naipes y darle al codo con los caldos del lugar...Que lo cortes no quita lo valiente)
Madrasas y cabezadas...!Vade retro!
Menos hacer el hortera en un toyota que dios, cualquier dios, confunda.Per saecula seculorum...

sol y moscas dijo...

Señor Papa Negro, sí me viera usted la cara y el color de piel a lo mejor dudaba lo del turbante. Además, el hecho de haber pasado parte de mi juventud muy cerca de Southall, en Londres (informese), y la cantidad de asiatico-musulmanes que allí conocí me hacen recordar con NOSTALGIA (será un ataque?) su forma de ser y alguna de sus virtudes (lo consecuente que son con lo que piensan, su integridad que no integrismo, etc,etc...).
En cuanto a lo del autobús, prefiero ir en el toyota dando tiros que ir con la guitarra cantando horteradas: "que buenos son, que buenos son, que nos llevan de excursión..."

Sobre los Discorsi que me nombra ya me empiezan a asaltar las ideas... Y las dudas: ¿El Principe no es más un libro de apoderado o empresario que de torero o aficionado?, ¿no ve usted a Ponce un poco maquiavelico?, ¿Machiavelli no fue el primero que saco a Dios de la ecuación? ¿y sin Dios (toro) que hacemos nosotros aquí que somos unos benditos?.

Un saludo muy cordial.

Anónimo dijo...

Los Discorsi poco tienen que ver con EL PRINCIPE que es efectivamente un manual para manigero aventajado.
Perdone la brusquedad de la afirmacion y procure valorarla en los justos terminos:
ESTOY HASTA LOS COJONES DE TANTA "AUTENTICIDAD".
Le remito a su recomendacion de Enric Gonzalez, un cosmopolita esceptico: El martini exige principios, educacion y criterio.
El criterio requiere opinion.La opinion requiere reflexion y la reflexion escepticismo.
¿Cual es "el martini autentico"?

sol y moscas dijo...

El martini autentico, en este caso y sin lugar a dudas, es el texto de Joaquín Vidal... Sobre el resto de cosas soy bastante esceptico...

Por otro lado, perdone mi metedura de pata relacionando exclusivamente a Machiavelli con "El Principe"... Se me había olvidado su aporía entre República y dictadura principesca...
La verdad autentica es que yo todavía ando enrredado en El Criticón de Gracián... Libro inacabable donde los haya.

Me alegra saber que le agradó el articulo de Enric, un muy cordial saludo... Para variar...