22 de abril de 2008

INTENSIDAD


Chaim Soutine y su obra se caracterizan por mostrar figuras en posiciones forzadas. Sacrificó una cuidada composición y un dibujo perfecto en favor de una intensidad febril, empleando pigmentos densos, con colores vivos y a menudo deliberadamente desagradables; paisajes atormentados con ráfagas de viento y árboles tumbados. Pintaba de un modo frenético, como poseído por un ataque de fiebre, precipitando los colores sobre la tela. La pincelada de Soutine no suele ser con una línea sino un brochazo ancho puesto de una forma muy sentida, con colores tumultuosos, gestuales. Es el “estilo de Céret”.

Por otro lado, Soutine recorría las carnicerías de París en busca de la gallina que tuviera la tonalidad y el aspecto adecuados a lo que él quería representar. En una ocasión adquirió y trasladó a su estudio un buey entero, muerto, dedicándose a pintarlo hasta que el hedor de la carne putrefacta alertó a los vecinos primero, y a las autoridades después.

La fiesta que defiendo es así, como la pintura de Soutine: intensa hasta lo violento, de pigmentos vivos, a veces desagradable... Puro arte. Esta fiesta es cada vez más difícil de encontrar, pero hay un sitio en las montañas donde todavía es posible contemplarla. Ese sitio se llama Céret.

Allí Soutine fue capaz de captar las energías telúricas de la zona en sus cuadros de paisajes, al igual que percibía toda la belleza y verdad escondidas en un desolladero. Años más tarde se manifestarían todas estas fuerzas, bellezas y verdades en las corridas de toros que se celebran cada verano.


8 comentarios:

el papa negro dijo...

¡ CARAJO CON LA TRAMONTANA!
“La fatalidad, el destino de los vientos, es soplar”,”los vientos no soplan por capricho, la dirección que siguen no es nunca por azar”, “los vientos no van allí donde quieren, sino donde pueden… y gracias!” (El país del viento/ Plá)
“Oració al Crist de la tramontana”
Braços en creu, damunt la pia fusta / Senyor, ampareu la closa i el sembrat
Doneu el verd exacte al nostre Prat / i mesureu la tramuntana justa
Que aixugui l'herba, i no ens espolsi el blat (Fages de Climent)

Anónimo dijo...

the answer, amigo mio, is blowin' in the wind.

MP

el papa negro dijo...

TRAMONTANA (GABRIEL GARCIA MARQUEZ)
(...)El portero entró poco después con una caja de herramientas y unas sogas marinas para asegurar puertas y ventanas, y no se sorprendió de mi postración.
—Es la tramontana —me dijo—. Antes de una hora estará aquí.
Era un antiguo hombre de mar, muy viejo, que conservaba del oficio el chaquetón impermeable, la gorra y la cachimba, y la piel achicharrada por las sales del mundo.
Aquel día, mientras aseguraba puertas y ventanas en previsión del desastre, nos habló de la tramontana como si fuera una mujer abominable pero sin la cual su vida carecería de sentido. Me sorprendió que un hombre de mar rindiera semejante tributo a un viento de tierra.
—Es que éste es más antiguo —dijo.
Daba la impresión de que no tenía su año dividido en días y meses, sino en el número de veces que venía la tramontana. “El año pasado, como tres días después de la segunda tramontana, tuve una crisis de cólicos”, me dijo alguna vez. Quizás eso explicaba su creencia de que después de cada tramontana uno quedaba varios años mas viejo.
(...)Entonces empezó el viento. Primero en ráfagas espaciadas cada vez más frecuentes, hasta que una se quedó inmóvil, sin una pausa, sin un alivio, con una intensidad y una sevicia que tenía algo de sobrenatural. Nuestro apartamento, al contrario de lo usual en el Caribe, estaba de frente a la montaña, debido quizás a ese raro gusto de los catalanes rancios que aman el mar pero sin verlo. De modo que el viento nos daba de frente y amenazaba con reventar las amarras de las ventanas.
Lo que más me llamó la atención era que el tiempo seguía siendo de una belleza irrepetible, con un sol de oro y el cielo impávido. Tanto, que decidí salir a la calle con los niños para ver el estado del mar.. Pasamos en puntillas por el cubil del portero, y lo vimos estático frente a un plato de frijoles con chorizo, contemplando el viento por la ventana. No nos vio salir. Logramos caminar mientras nos mantuvimos al socaire de la casa, pero al salir a la esquina desamparada tuvimos que abrazarnos a un poste para no ser arrastrados por la potencia del viento. Estuvimos así, admirando el mar inmóvil y diáfano en medio del cataclismo, hasta que el portero, ayudado por algunos vecinos, llegó a rescatarnos. Sólo entonces nos convencimos de que lo único racional era permanecer encerrados en casa hasta que Dios quisiera. Y nadie tenía entonces la menor idea de cuándo lo iba a querer.
Al cabo de dos días teníamos la impresión de que aquel viento pavoroso no era un fenómeno telúrico, sino un agravio personal que alguien estaba haciendo contra uno, y sólo contra uno. El portero nos visitaba varias veces al día, preocupado por nuestro estado de ánimo, y nos llevaba frutas de la estación y alfajores para los niños. Al almuerzo del martes nos regaló con la pieza maestra de la huerta catalana, preparada en su lata de cocina: conejo con caracoles.(1) Fue una fiesta en medio del horror.
El miércoles, cuando no sucedió nada más que el viento, fue el día más largo de mi vida. Pero debió ser algo como la oscuridad del amanecer, porque después de la media noche despertamos todos al mismo tiempo, abrumados por un silencio absoluto que sólo podía ser el de la muerte. No se movía una hoja de los árboles por el lado de la montaña. De modo que salimos a la calle cuando aún no había luz en el cuarto del portero, y gozamos del cielo de la madrugada con todas sus estrellas encendidas, y del mar fosforescente.
Al salir no nos había llamado la atención que estuviera a oscuras el cuarto del portero. Pero cuando regresamos a casa el aire tenía ya la misma fosforescencia del mar, y aún seguía apagado su cubil. Extrañado, toqué dos veces, y en vista de que no respondía, empujé la puerta. Creo que los niños lo vieron primero que yo, y soltaron un grito de espanto. El viejo portero, con sus insignias de navegante distinguido prendidas en la solapa de su chaqueta de mar, estaba colgado del cuello en la viga central, balanceándose todavía por el último soplo de la tramontana.
(1)Ver SOUTINE tras una tramontana

La condesa de Estraza dijo...

¡Qué bueno, Papa Negro!
Gracias por estas píldoras de poesía que de ves en cuando nos aplica.

El domingo en Las Ventas vi señales, ¿usted cree que pueden deberse a algún tipo de alucinación pasajera, o más bien piensa que lo que he podido es sentir el fin de algo que no sé lo que pueda ser? Hablo en serio, yo con estas cosas no juego.

La condesa de Estraza

Anónimo dijo...

"Intensidad Y Altura"(Cesar Vallejo):

Quiero escribir,pero me sale espuma,
quiero decir muchisimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay piramide escrita,sin cogollo.
Quiero escribir, pero me siento puma,
quiero laurearme ,pero me encebollo.
No hay voz hablada,que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios,sin desarrollo.
Vamonos,pues,por eso, a comer yerba,
carne de llanto,fruta de gemido,
nuestra alma melancolica en conserva........

Isabella

Anónimo dijo...

No había pensado yo en el viento... Tomaré sus textos sobre la tramontana como pequeño homenaje a San Jordi... y el de Isabella en honor a Gelman...

Un placer tenerles por aquí


Sol y Moscas

el papa negro dijo...

Siempre vi esos paisajes de Soutine como una pasion autodestructiva (parecido al último Van Gogh). Ahora , puestos por usted,juntos y en fila de uno, es inevitable pensar en un "tramontanazo".
Condesa: Madrid me parece una ciudad apacible de vientos, aunque el serrano, a veces, corte el cutis. Otra cosa es "la brisa venteña", que parece un meteoro propio de la zona... quizás generado no sé si por "humores taurinos" (mala leche o mezquindad) tan caracteristicos y que usted conoce bien de donde soplan. El caso es que, apacible la ciudad, rara vez se puede torear en los medios...
No sé lo que percibiría, Condesa; pero corren malos vientos para la lírica. Un saludo.

Anónimo dijo...

He vuelto por aquí como acostumbro y coincido con el Pontífice, el paisaje del primer cuadro cuando lo vi me recordó a Van Gogh. Pintor del que dicen los estudiosos que ha sido el único capaz de plasmar el viento, precisamente.

La condesa de Estraza