(1983)
(extracto visionario)
(extracto visionario)
La gente se reía; ja, ja, ja toda la tarde. Los aficionados del 7 y del 8 al fin han comprendido que, aparte de pagar religiosamente la entrada, su obligación consiste en destacar lo positivo, y aplaudían a rabiar. Caía el toro, se levantaban ellos. Palmoteaban de gozo. ¡Viva la fiesta!. Organizaron verbena, con gran emoción de los taurinos, cuyo secular sueño es que el público vaya a los toros no con rigor reglamentista, sino a divertirse.
Se divertían, los de la andanada 8 no menos se divertían que los del tendido 7. Contaron chistes, entonaron canciones, vitorearon a la autoridad, se echaban novia. La alegría contagió a toda la plaza y en los altos del 4 uno de chalina cantaba flamenco. Bulerías se palmeaban por doquier. Lo espectadores concertaban citas, tentaban botas, daban tabaco. Faltaron panderetas, pero ya llegarán. Los hocicazos de los animales alborozaban el tendido. No comó días atrás, en los que la afición mostraba un reprobable talante derrotista y, con ralea demoníaca, protestaba -¡protestaba!, ¡qué desfachatez, qué horror, qué falta de compostura!- sin esperar a que los toreros terminaran sus faenas. Uno dictó el lema: "Así debe ser la fiesta: terminada la faena, tírese de la cadena".
Carnestolendas hubo después (...). De madrugada los aficionados callejearían cantando "Asturias patria querida", vengan puros y licor, y empalmarían la juerga con la corrida de hoy, para que la alegría no decaiga. Los taurinos han alcanzado su secular sueño, y la autoridad los bendice No habrá toros, cada día el género será más manso y pensionista, pero la verbena no ha de faltar. Así es la fiesta, tal como la quieren los que de ella viven y el poder. Sí también el poder.
Se divertían, los de la andanada 8 no menos se divertían que los del tendido 7. Contaron chistes, entonaron canciones, vitorearon a la autoridad, se echaban novia. La alegría contagió a toda la plaza y en los altos del 4 uno de chalina cantaba flamenco. Bulerías se palmeaban por doquier. Lo espectadores concertaban citas, tentaban botas, daban tabaco. Faltaron panderetas, pero ya llegarán. Los hocicazos de los animales alborozaban el tendido. No comó días atrás, en los que la afición mostraba un reprobable talante derrotista y, con ralea demoníaca, protestaba -¡protestaba!, ¡qué desfachatez, qué horror, qué falta de compostura!- sin esperar a que los toreros terminaran sus faenas. Uno dictó el lema: "Así debe ser la fiesta: terminada la faena, tírese de la cadena".
Carnestolendas hubo después (...). De madrugada los aficionados callejearían cantando "Asturias patria querida", vengan puros y licor, y empalmarían la juerga con la corrida de hoy, para que la alegría no decaiga. Los taurinos han alcanzado su secular sueño, y la autoridad los bendice No habrá toros, cada día el género será más manso y pensionista, pero la verbena no ha de faltar. Así es la fiesta, tal como la quieren los que de ella viven y el poder. Sí también el poder.
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