19 de septiembre de 2008

PRIMITIVISMO Y VANGUARDIA




Primitivismo: "Tan sólo doce minutos ha durado este año el alanceamiento del Toro de la Vega en Tordesillas (Valladolid). Más de 30.000 personas han acompañado al toro Valentón en su trayecto desde la Plaza Mayor del Pueblo hasta el Palenque, la pradera donde tiene lugar lo que en el pueblo es considerado un torneo anclado en una antigua tradición medieval". El País.


Vanguardia: "La pieza más importante de la subasta, El becerro de oro, es un ternero charolés de 18 meses encerrado en una urna de formol colocada sobre un pedestal de mármol de Carrara. Las pezuñas, los cuernos y la aureola del ternero son de oro macizo y la urna está chapada en el mismo metal. Su precio estimado es de entre 8 y 12 millones de libras (entre 10 y 15 millones de euros)". El País.


(¡Qué horror de España! ¿Por qué seguimos siendo tan salvajes? Otro año más nos salpica la brutalidad, la crueldad más extrema, la sangre doliente y sin sentido. Este país sufre una grave patología con respecto a los toros; es como una tara cerril, un tumor cerebral del primitivismo más arcaico. La verdad, y la modernidad, y el humanismo, están en contra de este horror que pervive en nombre de una dudosa cultura...

Enfrentarse al toro también se hacía en Inglaterra, pero acabaron con aquellas tradiciones hace mucho tiempo. Y sin embargo, lo que no ocurre en ningún país bananero pasa en España... Por eso tenemos que tomar nota de la obra de Hirst, procedente del paraíso cultural europeo, que de dudoso no tiene nada. El arte moderno es paradigma del avance del espíritu humano. Y en consecuencia, sus producciones, adquiridas por los estados y los pudientes, y conservadas en los museos con tanto aprecio, no sólo son mirabilia sino aún más exempla de nuestra civilización. La obra de arte es el testimonio más puro y la más preciosa secreción de un sujeto que ha conquistado su autonomía. Nada podrá sernos más querido que esas producciones del género humano...

¿Y que nos enseña "El becerro de oro"? Que el progreso ha cambiado su trato al toro. Sigue siendo objeto de adoración (sólo hay que ver las dos fotos), pero ahora de otro modo. De las lanzas, la sangre y la tierra, al formol, el oro y el mármol. Con un toro embalsamado ganas 13 millones de euros y la admiración general, con un toro lanceado te ganas el desprecio de los miembros de la nueva Ecclesía de los hombres modernos...)



(* Yo nunca he estado en Tordesillas durante el toro de la Vega y por lo tanto no puedo ni atacarlo ni defenderlo. No soy de festejos populares (más bien todo lo contrario), pero vengo de ese triángulo que forman Salamanca, Ciudad Rodrigo y Coria, y esta de los toros en la calle ha sido una de las pasiones de mi padre (que nunca ha sido ningún salvaje... y que no sé qué opina del de la Vega). Por eso, este escrito, no trata sobre si lo de Tordesillas habría que prohibirlo o no. Este escrito trata sobre como se relaciona, hoy en día, el toro con el hombre... y de como se rasgan las vestiduras algunos)



(** El texto está compuesto de frases provenientes de los artículos sobre el Toro de la Vega aparecidos en los últimos días en el diario El País, y de algunas reflexiones de Jean Clair sobre el arte moderno de su libro "La responsabilidad del artista")

4 comentarios:

sol y moscas dijo...

Perdon señor B, he borrado su comentario sin querer. Muchas gracias por sus palabras...

¿visión períférica o tener dos ojos en la frente?

un saludo

Olivier dijo...

Buenos días señor SyM
Si me fascinan y descomponen les fiestas populares, lo curioso aquí es que resulta francamente bella y épica la imágen del toro de la Vega, y tan fea como asquerosa y desgraciada la del becerro en formol ¿Será el arte del fotógrafo, o su carencia, quién hace la diferencia en su propuesta de una realidad ? Nada existe, todo está por inventar…
Hasta pronto

sol y moscas dijo...

Señor Olivier... Lo que me parece es que la foto de Tordesillas se deja muchas cosas atrás, los sentidos trabajando a pleno rendimiento (el olor a mierda de caballo, a sangre, a campo; el calor de esos rayos de sol que caen a plomo; los sonidos de los trotes de los animales, de las voces de las gentes; el sabor del vino de la tierra...) mientrás la foto del becerro en formol es tan fría y aséptica para los sentidos como debe ser su visión en la galería acondicionada de turno...

El frío y el calor... eso es lo que yo veo en las fotos...

Un saludo

Espero verle pronto por aquí...

Jose Antonio G. Villarrubia dijo...

Me parece muy interesante su blog, enhorabuena.