28 de diciembre de 2007

LA VIRGEN, EL PRADO, CORIA



Quedé con la Virgen en un hotel de Madrid. Yo llegué por tierra, ella volando. Abrió la puerta de la 408 y le metí la lengua en la boca. Una hora después estabamos tirados en la cama desnudos saboreando jamón ibérico. Esa noche cené carne argentina, se cortaba con el tenedor y sangraba. Antes de dormir volví a morder carne dejando marcas rojas. Al día siguiente eran moratones.
En esta mezcla de paz y frenesí pasaron los días: sexo, dormir y comer. Este es nuestro catecismo.
Una tarde la pasión nos llevó a un cansancio comatoso que impidió cualquier salida a por alimento. Tras saquear el mini-bar caimos rendidos. Al despertar pronto aprovechamos para ir al Prado; bajo la estatua de Velazquez tenía que verme con Antonio Ordoñez (no es coña, se llama así). Allí estaba a la hora en punto. Luego cola.
Dentro nos embarcamos en esta maratón de belleza y conocimiento, pasillos y salas, que es el Museo del Prado.
La Virgen tuvo 3 momentos. El primero fue ante el Cristo de Velazquez, allí se quedó mirandolo fijamente. Luego, al darse la vuelta y encontrarse con el Cristo yacente de Gregorio Fernandez pareció que iba a llorar. Se contuvo de darle un abrazo. Pura piedad. En contraste, más tarde sufrió un arrebato de carnalidad ante la Venus del Espejo. Se pasó las manos por el cuerpo. Pura sensualidad. Todo esto se mezcló con "Una esclava en venta" de José Jiménez Aranda. Yo la observaba a mi lado. Sensualidad piadosa.
Antonio Ordoñez me sorprendió con su admiración por Rubens y El Greco. No seré yo quien critique a semejantes genios (el "Entierro del Conde de Orgáz" se me quedó grabado en el inconsciente cuando lo vi de niño), pero mi ojo se decantó por otros. Así como Baudelaire cantó a sus faros, así busqué yo los mios. Buscando iluminación. Sus nombres: Velazquez (fascinación por sus retratos de los bufones de la corte, por el triunfo de Baco), Goya (pinturas negras, grabados y dibujos), y El Bosco y Brueghel "El Viejo" (ante ellos me siento abrumado). También podría incluir Rivera y Caravaggio, con lo que llego a la conclusión que la luz de mis faros es bastante oscura, pero los momentos determinantes fueron en esas 3 o 4 salas: bufones, borrachos, pinturas negras, toro mariposa y los flamencos primitivos.
Como no, con Goya reflexioné sobre los toros. Tan presentes en su obra, ¿cuál será su significado? Sinceramente creo que representan todo lo bueno. Esa ingenuidad que le atribuimos a la naturaleza, aunque esta no impida la violencia, la veo en sus dibujos. Ya sea volando inestablemente y siendo objeto de burla, ya sea flotando en gravedad cero, ya sea rodeados de turbas grotescas y anónimas. Este simbolismo que yo veo en el animal, creo que es la causa de algunas posturas que han afirmado una postura crítica de Goya hacia los toros. Ante la litografía de "Dibersión en España" de Toros en Burdeos, uno tiene dudas. Esa representación, en la que podemos observar al grupo de animales sorprendidos entre humanos más terrorificos que ellos, parece querernos decir la superioridad moral del animal ante los humanos (esos que habían decepcionado y hastiado al genial pintor). Yo veo un ataque a la masa, a la masa informe y sin rostro que cuando se junta puede arrastrar al fango hasta lo más grande, hasta lo más inocente... Pero a estas alturas yo ya andaba bastante cansado como para tener grandes ideas.
Escapamos del museo tras 7 horas en sus tripas. Era de noche. Comimos algo y nos encerramos. Al día siguiente nos separabamos. Ella fue al aeropuerto a coger su avión, yo cogí mi autobus dirección Salamanca. Fue un alivio el cruzarme al llegar un rebaño de Merinas pastando a un par de kilometros de la ciudad.
El lunes me junté con mi hermano para viajar por las Hurdes hasta Coria, 3 horas entre paisajes. La primera persona que me crucé, una señora mayor, me felicitó la navidad con acento extremeño y una sonrisa en la boca. Así da gusto.
La cena fue pantagruelica, pero pasó más rapida que otras. Después de limpiarme los dientes hice una llamada. A los diez minutos sonó el interfono. En la calle me esperaba Pakiev en su flamante Audi A3 negro. Abrí la puerta. Debajo del freno de mano resaltaba una bolsa llena de hierba. De los altavoces salía flamenco ("Que no me gusta el pan/que no me gusta el queso/y lo que me gustan eran tus besos, eran tus besos...") -"coño, el Capullo de Jerez"- "¿Nos metemos unas rayas?"- "anda dale"-.
La noche se decidió que iba a trascurrir así: dentro del coche sin parar ("Son de lunares, son de lunares..."), el Capullo una y otra vez. Pakiev es un personaje curioso, nunca sabes si miente o dice la verdad, pero una vez que sabes esto puedes decidirte por escucharle como a un cuentacuentos. Yo le escucho de esta forma. ("... quién eres?/dime quién eres/un grano de arena/donde el viento te lleve") Pudimos hacer más de 200 km. "Miedo y asco en Coria" se hubiera llamado la novela. Fuimos a la ermita y al poligono ("...lucha por la libertad, tran,tran/lucha por la libertad, tran, tran..."), bajamos al río a ver la monumental de Coria -construida para un homenaje a un recortador que se suicido- y a su alrededor se desarrollaba el botellón de los jovenes entre hogueras y música proveniente de los coches ("te encontré en el río lavando los delantales..."). Pasamos de largo y nos adentramos en las callejuelas de la parte antigua. En plan fan me llevó hasta la puerta de la casa de Don Rafael, enfrente de la catedral. Me contó Pakiev una vez que saltó el muro hiendo a buscar un balón y como se encontró al escritor armado con una escopeta. Historias como esta, una tras otra. 5 minutos después podiamos estar en el polígono buscando rastros de disparos producidos por una reyerta ("cuando entro en mi jardín/como me huele a flores/yo lo riego para ti/con mis amores...") y hablando de un enano (igual al "Niño de Vallecas") de Alcatráz que yo conocía de niño y había evolucionado a narcotraficante de perico ("unas babuchitas blancas/y una rosa pa tu pelo..."). Al final mi cabeza estaba como la tengo ahora; a punto de la migraña. Cuando me dijeron, a las 6 de la mañana, que no iba a abrir la churreria, decidí retirarme a casa sin mirar atrás. Bajé del coche, hacía rasca. El Capullo seguía cantando cosas que me recordaron a la Condesa ("el frio de la mañana me despierta/y le digo a mi guayabo/vamonos de fiesta, vamonos de fiesta...). Me despedí de Pakiev, cerré la puerta del coche y de la noche, el Audi negro se alejó en medio de la niebla...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cumbre Velázquez... en la Venus del Espejo sólo con observar la forma en que está resuelta el ala del angelito (toda la pintura ahí metida en gruesos y muy pioneros trazos)nos damos cuenta que estamos ante la obra de un genio.

Yo también he pasado estos días por el Prado acompañando a un amigo que han venido de fuera. Qué lástima no haber coincidido y podernos saludar, de todas formas te deseo lo mejor para el año que empieza, y mi reconocimiento para la categoría de este blog, de visita obligada, hecho por un tío que entiendo como inmensamente culto. Un abrazo.

La condesa de Estraza

Anónimo dijo...

Señora Condesa, no se pase. Uno ha leido un poco y le saca el partido que puede; de ahí a inmensamente culto... Lo que pasa es que rodeado de ciegos te encuentras un tuerto bizco y parece la hostia, pero todavía hay muchos que ven con los dos ojos bien abiertos... Sinceramente creo que usted es una de ellas. Por ejemplo, su blog es, desde el primer día, de referencia...

Un saludo.

Sol y Moscas