13 de diciembre de 2007

TENEBROSO

Me despertó un mosquito, abrí los ojos y estaba chupandome la sangre delante de mis narices. Alargué la mano y lo aplasté contra mi piel. Formó una peca viscosa, era negra sobre fondo gris. Todo era en blanco y negro. Tampoco le dí mucha importancia, peores cosas hemos visto y hasta tenía un cierto encanto. Me giré en el camastro, a ver si encendiendo y apagando se arreglaba el cacharro, "somos seres tecnológicos" resonaba en mi cabeza. Hundiendo la cara en la almohada se me abrió el ojo y supe que no iba a poder dormir de nuevo. Me senté, el pie directo al cenicero en el suelo, lo levanté blasfemando (me cagué en dios). Pasé la palma por la planta y luego me limpié en la camisa. El color no volvía. Había medio porro apagado a mi alcance y un vaso de agua encima de la mesa a un par de metros. La mano agarró al porro. El humo entró por mi garganta reseca. La colilla colgaba de mis labios, atrapada entre boqueras y grietas. Me quede allí, pasaron los minutos...
Ruidos de fiesta provenian del exterior, eran familiares, me acerqué a la puerta. Fuera de mi cueva había una mesa, encima de ella estaba el Legionario haciendo el pase cambiado de Antonio Bienvenida, a sus pies estaba el Mulo diciendo que así no. Botellas vacias en su entorno. Los dos chillaban y reían. Les grité. Ni puto caso. Me quedé observando hasta que se apercibieron de mi presencia, en ese momento los gritos se intensificarón. ¿Plañideras arabes de jarana?. Corrieron hacia mi, estaban tan borrachos que el Legionario se embozó sólo dejandome ver sus demenciales ojos, mientras el Mulo, casi incapaz de mantenerse en pie, al ponerse en movimiento perdió las manos para terminar comiendose un puñado de arena. "Quitate el luto, ha vuelto el artista, quitate el luto, ha vuelto Morante". Una sonrisa apareció en mi rostro, pero se esfumó rapidamente, toda la escena en blanco y negro no me parecía tan graciosa como podría haber sido en color. Sentados tras incorporar las sillas me atosigaron dandome todo género de detalles. Un olor a putrefacto invadía los cilios de mi pituitaria. La sangre empezó a caer por mis fosas nasales violentamente, violentamente salía a chorros, violentamente la boca me sabía a hierro, violentamente me fui de allí. A mis espaldas resonaba el silencio violentamente...
Cuando me adentré en el bosque, abandonando la moto robada, muy a lo lejos volvían a retumbar carcajadas. Y eso que estaba a decenas de kilometros. Del cielo caía el frio, frio en polvo.
Me perdí en el bosque, me perdí a proposito. Nevaba. En un rato, a mi alrededor había más blanco que negro. Pero las copas eran grises. Entre la nieve blanca se escondía una nieve gris. No paré de caminar y caminar, cada vez era más costoso. Muros negros de naturaleza me amenazaban, el cielo asomaba la cabeza por encima de su oscuridad como un perro ahogandose. Otros árboles estallaban como manchas. Me sujeté a un tronco agotado como yo, la luz detrás de sí. Delante mio se encontraba una mujer rubia sacando fotos, a su lado unos girasoles congelados. Estaba de espaldas. Alargué la mano...
Alemana, pero hablaba castellano con fuerte acento. Fotografa. Me enseñó sus fotos, eran lo que yo había visto. Nos despedimos, bajé hacia el valle por una carretera de nieve, ella se fue a la cima.
La tiniebla de mis ojos permanecía. Tenía tanta hambre que me dolían los dientes. En una gasolinera me colé en un camión lleno de animales. Eran vacas. Me quedé dormido entre su mierda. Cuando abandonamos la carretera y comenzó el camino de tierra desperté. El nuevo reinicio no había servido para nada, todo seguia en la misma tonalidad. Abrí la puerta y salté del camión dejandola tal cual, las vacas empezaron a salir disparadas por detrás en cuanto enfiló una cuesta pronunciada. Rodaban ridículas.
A mi alrededor, dehesa. Tomé una dirección y para adelante. Mucho rato estuve caminando hasta que tras una loma apareció una placita de tentadero. Parecía vacía. Un coche, un cuatro latas, descansaba a su puerta. Una figura se acercó y se quedó en él apoyado. 20 minutos andando tardé en llegar hasta la figura. Me hizo gracia la casualidad, era otra vez la alemana. Tenía el brazo tendido y en la mano la camara, ofreciendomela. Unos minutos, días, meses antes debía haber pasado algo curioso en esa placita. Las grabé en la memoria. Eso sí funcionaba. Eran toreros vestidos de luces y picadores. Blanco violento, Caravaggio en la espera del paseillo, capotes metálicos de flandes y armaduras supervivientes...
Señaló con el dedo como preguntandome si quería entrar. Sonreí y seguí sus pasos. En el pasillo colgaba una cabeza disecada con un ojo que brillaba blanco, pasamos por delante de la blanca enfermería, un hombre en bata blanca esperaba sentado, tenía la actitud de un Sísifo ¿o más bien un Bernard Rieux?, da igual, allí se quedó inmovil. Llegamos al ruedo, lo que a mi me había parecido vacío estaba lleno de chavales haciendo toreo de salón. Luego todos se retiraron, salió una vaquilla y disfruté de unos pases y el sol grís desde la barrera. La alemana no paraba de sacar fotos. A continuación salió un novillo que cogió a un chico vestido de corto. Ella se excitó. Nada más ser muerto me pidió que la acompañase al desolladero. Esperó a que lo destriparan y, tras unos ruegos a los matarifes, estos le entregaron las manos. Las guardó en el bolso y nos marchamos.
Con una sonrisa montó en el coche. Desde dentro abrió mi puerta. Se me quedó mirando fijamente. Subí y nos pusimos en marcha. Me ofreció un bocadillo de chorizo y una tableta de chocolate. Después del porro no me acuerdo de nada más, caí rendido.
Se debió quemar el motor, su conducción era bastante agresiva para semejante trasto. Ella juraba en su lengua. Apestaba a humo. Los colores seguían ausentes. Lo dimos por imposible y nos pusimos a andar. No hablamos ni una palabra.
Aparecierón camiones aparcados cuando anochecía. Todo era silencio. Conseguí forzar la puerta de uno enorme. Me arrastre dentro con ella. En el negro remolque me dijo que se llamaba Lena. Lena Herzog. Encendí el mechero para verla. Debía tener unos 40 años. A sus espaldas había frascos y frascos llenos de fetos. Fetos austriacos del siglo XVIII. Fue fantasmagórico. El disparador de su camara no paró durante horas. Almas perdidas los llamaba.
Desperté a la orilla del mar, encima de la arena de la playa. A la alemana no se la veia por ningún sitio. Yo tenía un chichón en la cabeza. ¿Nos habría descubierto el camionero allí dormidos? ¿Me habría dejado incosciente para tirarme a la primera cuneta? Bah, que más da, despertarse en una playa no es como para quejarse, aunque todavía lo veas todo en grises. Sonó el móvil. Contesté aturdido. Era el Legionario para contarme su borrachera del otro día, ni se acordaba de haberme visto. "¿Has visto que ha vuelto Morante?", debió sentir mi escepticismo en el tono de voz. "¿No te alegras? Ha vuelto un artista...". Cerré los ojos y me los froté con los dedos sucios. Al abrirlos el color había regresado, me quedé mirando delante fijamente, había algo raro en el paisaje frente a mi, anduve hasta que mis pies tocaron el agua negra... De mi boca brotó una respuesta: "Todo esto lo tengo tenebroso"...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Uff... despues de esto , las sinapsis se le han quedado como "la lija del siete".
Le recomiendo una dieta con infusiones de tila y melisa...
e hidroterapia. Seria ideal que se fuera con la alemana a algun balneario centroeuropeo(Baden, Mariembad). Si eso resulta utópico, puede aprovechar Ledesma que cae mas cerca o bajar a Alange y tomar las aguas bajo las teselas romanas.
El maestro Pedro está en las inmediaciones y le puede hacer algun quite.
Salud.
el papa negro

sol y moscas dijo...

Muchas gracias por su preocupación, su Santidad. Las celulas nerviosas funcionan, no hay necesidad de tila, ni melisa, ni balnearios...
Lo que necesitó se lo expongo a traves de un texto de Georges Bataille: sexo y una corrida de toros (aunque no tienen pq ser a la manera en él descritas)... Unos fijo que nada hasta febrero, y el otro cuando vuelva a bajar la Virgen del cielo (no fue hace mucho, pero se echa de menos)...

Un muy cordial saludo...

el papa negro dijo...

Ya lo dice el Eclesiastes:
"Semen retentur, venenum est."

Anónimo dijo...

Su Santidad, yo pensaba que el proverbio era de Galeno. ¿Del Eclesiastes no era el de polvo eres...? Perdone mi ignorancia...
Últimamente me está rondando seriamente la idea de leer los Antiguos Testamentos... Todo por su graciosa culpa... (gracia majestuosa, no de gracioso)...

Un saludo...

(Confío en no haberle escandalizado con Bataille, espero su respuesta...)

Sol y Moscas

el papa negro dijo...

Tiene toda la razon. La cita es galénica. Estos errores se deben a mi esquizofrénica actividad entre las ciencias naturales y las sagradas escrituras.
(si un dia se aburre le aconsejo que lea a Gonzalez Crussí. Un colega muy versado. En Letras Libres tiene "¿Cómo llegamos a ser?". Didactico y ameno... un paseo por los humores infradiafragmáticos.)

Anónimo dijo...

Es suyo el relato?