"El aplauso se contrapone al silbido, al pateo y al lanzamiento de verduras o huevos podridos. La libertad del público y, más en general, el primer balbuceo de la libertad de expresión consiste en la facultad de adoptar una cualquiera de cada par de opciones contrapuestas. Pero tampoco es que haya simetría, y el hecho de que Dios, el emperador o el tirano muestren una insaciable sed de alabanzas y prohíban y condenen como blasfemia o delito sus opuestos debería bastar para sentir el género mismo de lo laudatorio, aprobatorio, aclamatorio, aplauditorio, etcétera como altamente sospechoso a priori y por sistema. Inversamente, la claque interna de aplaudidores sobornados por la gerencia del teatro (o la plaza añado yo) ha sido siempre legal y bien mirada, mientras que una claque externa de reventadores, incluso no venales, sería inmediatamente perseguida por las autoridades. Aun más, el silbido y el pateo fueron siempre tenidos por cosa de mal gusto, inelegante, zafia y hasta reprobable: en el inconsciente de la burguesía la siempre temida imagen de "lo subversivo" parece acechar detrás de toda muestra de desaprobación por tolerada y legítima que sea en la materia concerniente.
Esta falta de simetría hace que la piedra de toque de la libertad de expresión nunca haya sido cualquiera de las dos opciones indistintamente, sino particularmente el pateo, la desaprobación, la crítica, que son los que padecen entredicho. Y, en efecto, un Estado con censura envuelve la atmósfera pública en una ridícula nube sonrosada de alabanza, aprobación, aclamación y aplauso general y permanente".
"Lo que define jurídicamente al público es el derecho inalienable de poder reventar todo espectáculo".
(Perdonen sí me pongo pesado con Sánchez Ferlosio, pero estas frases creo que respaldan la postura de los mejores aficionados en las plazas de los dos continentes, y por lo tanto no viene mal que sean repetidas).
5 comentarios:
Recomendable para la aficion sevillana y sus celebrados "silencios maestrantes".
Pero es que allí todos tienen buen gusto, son elegantes y extraordinarios.
No mitifique, amigo.
Recuerde el NO, NUNCA, NADIE, NADA.
La bronca es impresindible.
El "narcisismo sevillí", estado degenerativo de una vieja elegancia andaluza, necesita como el comer de la garlopa de la crítica radical.
Pero esa vieja y elegantisima plaza es pequeña y reproduce una sociedad endogámica y cerrada.
Estan para mirarse el ombligo. Paisaje escasamente sugerente.
Necesito ver toro en Las Ventas.......para poder comparar y opinar.
Mientras tanto....me quedo con " el narcisismo sevillí ", más que nada,por conocimiento de causa. (y eso que el de Gades nace dónde le da la gana)
Aunque, lo de mirar se el ombligo......me da qué pensar. (je, con ironía gaditana, por favor)
Saludos, caballeros!
Su Santidad no ha pillado la ironía. No trago ese sevillismo del fajín de Queipo de Llano en La Macarena, esa mezcla a perfume y cagadas de caballo a la puerta de La Maestranza... Vade retro!!!
Un saludo...
Sol y Moscas...
Publicar un comentario