LUCIANO COBALEDA: TERROR Y PAVOR
Aquellas corridas de toros fueron la antítesis del toro de lidia actual. El toro de hoy es el producto de unos señoritos andaluces que lo han dulcificado hasta extremos insospechados, en el que el torero tiene que procurar "ayudar al toro" para que no se le caiga después del simulacro de la suerte de varas.
Sin embargo, los lucianos eran toros de magnifica presentación, la mayoría de ellos aplaudidos de salida, alegres en el caballo; unos bravos, otros saliéndose sueltos, pero todos ellos encastados, sin doblar las manos y sin que el torero debiera ayudarle nunca, sino todo lo contrario, toreándolos siempre por debajo de la pala del pitón, porque en el momento de que el toro no se sintiera dominado y le pudiera al torero, la cogida podría ocurrir en cualquier momento
Eso no quiere decir, que nadie quiera la cogida de ningún torero, todo lo contrario, pero el pilar fundamental de la fiesta de los toros es eso; Riesgo y Emoción. Y eso es precisamente lo que más falta le hace a la fiesta, que el aficionado que está en el tendido de importancia a todo lo que se haga en el ruedo y no piense :" eso soy capaz de hacerlo yo ...", aunque no lo sea...
La ganadería de Luciano Cobaleda es uno de los lotes de la que formase su padre D. Alicio Cobaleda Marcos a principios de los años 40 con reses procedentes de Coquilla, compradas a la Marquesa de Valenzuela. Tras el fallecimiento de D. Alicio en 1948 se divide la ganadería entre su viuda Dª María Gajate y sus siete hijos; Alicio, Ignacio, Habacuc, Luciano, Jesús Eusebia y Catalina Cobaleda Gajate, correspondiéndole el hierro a D. Alicio que anuncio sus reses a nombre de "Montealegre".
Lidió Luciano Cobaleda por primera vez a su nombre una novillada en Barcelona el 4 de Septiembre de 1949 y que fue toreada por Pimentel, Cabrerito y Curro Galisteo. No contento con los resultados de los distintos encierros lidiados decide en 1954 cruzar su vacada con reses de Eusebia Galache, procedentes de Urcola, que lleva hasta su finca llamada "La Parra" sita en el término municipal de Santibañez El Alto, muy cerca de Plasencia. Sin embargo, tampoco debe entusiasmarse D. Luciano, coronel del Ejercito, de los toros lidiados y tras varios años sin obtener los triunfos soñados decide eliminar todo lo anterior y decide la compra en 1968 de dos sementales, uno berrendo en colorao y otro berrendo lucero y calcetero, que fueron toreados por Tinin en la plaza de Peñaranda de Bracamonte como se puede ver en una de las fotos, y alrededor de 80 vacas de D. José Luis y D. Arturo Cobaleda González.
Poco tiempo tardo en lidiar en Madrid. Pues debuta con los patasblancas el 7 de Abril de 1974. Los toreros fueron Joaquín Bernadó, Raúl Sánchez y Antonio de Rojas, que confirmaba la alternativa, pero que no pudo hacerlo pues fue herido muy grave por su primer toro. A partir de esta corrida lidia todos los años en Madrid, ya que son corridas donde el interés y la emoción no faltan en ningún instante. En 1975 lidia una corrida el 20 de Abril que estoquean Joaquín Bernadó, vuelta en su primero, Fernando Tortosa, aviso en su segundo, y Ricardo Chibanga, vuelta en su primero. De aquella corrida quedó sin lidiar el sobrero que la empresa de Madrid decidió dejar en los corrales por si les hacia falta en la feria. Y llego el día. Fue un martes y 13 del 75. Estaba anunciada una corrida de toros de Amelia Pérez Tabernero que fue desechada por los veterinarios en el primer reconocimiento, por lo que la empresa presentó una corrida de Clemente Tassara junto al sobrero de Luciano Cobaleda. El primer toro de la corrida fue devuelto a los corrales, corriendo turno el diestro Miguel Marquez. Y en cuarto lugar se anunció la salida del sobrero de la ganadería de Luciano Cobaleda, marcado con el nº 15 de nombre "Batanito" que pesó 589 kilos. Esto fue lo que escribió Joaquín Vidal en su crónica de la corrida:
"En cuarto lugar se lidió el sobrero de Luciano Cobaleda, es peludo y rizoso por todo el cuerpo, impresionante de trapío, con una cabeza preciosa, desarrollada, vuelta y astifina; toro de mucho cuajo, hondo sin que quiera decir que su envergadura sea excesiva. Nada más aparecer por la puerta de chiqueros recibe una ovación cerrada, que se repetirá tres veces más. Echa las manos por delante en capotes y es huido. A petición del público, al que no cabe duda que le ha gustado el toro extraordinariamente, Miguel Márquez lo coloca de largo, casi en el centro del ruedo, mientras el picador espera en el tercio del 8. El toro se arranca pronto, con enorme alegría, pero al sentir el hierro sale suelto. Dos veces mas va de largo, alegre y feliz, entre ovaciones encendidas, y otras tantas se sale suelto nada más recibir el picotazo. Para el cuarto encuentro, terrenos del 9, también se le coloca a gran distancia, de largo, alegre y fijo, entre ovaciones e igualmente acude con prontitud y alegría, y esta vez admite el castigo, creciéndose (cabeceando también), y entonces precipitadamente la presidencia cambia el tercio, pues el toro aún está entero. En banderillas es igualmente pronto y alegre, pero en el último tercio va violento, desarrolla sentido, aprieta hacia los adentros. Prueba y busca, y el matador no puede con él. Herido se echa en tablas del 6, berreando. (Enorme ovación y petición de vuelta al ruedo)"
Tras el éxito del sobrero es incluido en la Feria de San Isidro del año siguiente junto a los toreros Damaso Gómez, El Puno, herido muy grave, y Antonio Rojas, oreja en el sexto. No pudo resultar mala pues repite al año siguiente en la feria el 29 de Mayo. Los toreros fueron José Luis Galloso, vuelta en el primero, Gabriel Puerta, que confirmaba la alternativa, y Maldonado Cortes. Al año siguiente lidia dos festejos en Madrid consecutivos. El 15 de Junio, la corrida de la Prensa, es lidiada por Gabriel de la Casa, herido muy grave, Manolo Cortes y Gabriel Puerta. Ese día también resulto herido grave Curro Puya. Y tres días más tarde Sánchez Bejarano, El Puno y El Regio.. Su último encierro en Madrid se celebró el 30 de Septiembre de 1979 que lidiaron Julián García, Raúl Sánchez Y Manuel Rodríguez, vuelta en el tercero.
Diferentes causas concurren en la desaparición de esta ganadería; económicas, que los toreros no quieren ni verlos (tres toreros sufrieron cornadas de pronostico muy grave) provocaron la venta de la vacada a principio de los años ochenta en diferentes lotes, alguno de los cuales acabo en el matadero. El hierro de Luciano fue adquirido por Vicente Charro, mientras que el lote más importante fue adquirido por D. Juan García Rivera que lo traslado a tierras Toledanas. Allí se trajo alrededor de 70 vacas y el semental "Clavijo". D. Juan lidia todas sus reses de añojos y erales, con un cuidado desmedido. El día que estuve allí durante este mes de agosto había añojos con 180 kilos y erales que no bajarían de los 280 Kg. ¡ de canal !. Las plazas más habituales son El Barco de Avila, Fuensalida, Esquivias y Canencia de la Sierra. Alli envío un eral a un festival, puro de Luciano. Durante su lidia envío a la enfermería a Juan José, a Joaquín Bernadó y a Emilio Oliva, que eran los tres toreros del cartel. Al devolverlo a los corrales al puntillero que trato de matarlo le partió un brazo.
Ahora le quedan 30 vacas puras de Luciano, sin embargo, y por consejos de sus amigos de que tenía que suavizar su ganadería. Este año ha lidiado el último macho puro que le quedaba en Esquivias y según el ganadero " tuvo al novillero corriendo toda la tarde ". El futuro de estas vacas se cruzará con un semental de Benito del Peral, origen Domecq.
Repito el inicio del reportaje. No conozco a ningún aficionado que quiera la cogida de ningún torero, pero algunas tardes mientras veo corridas de toros enfermas, invalidas para ser lidiadas en una corrida de toros, incapaces de nada, ante los que las figuritas de turno les hacen todo tipo de monerías, pienso en lo que cambiaría todo si el torilero, cuando abriera la puerta de chiqueros, también lo hiciera en la del tiempo y saliera por el portón aquellos lucianos de los años setenta, ¿ Se imaginan...?
Salva
Si el torero, militar y ganadero Luciano Cobaleda Gajate viviese cumpliría hoy 85 años, pues nació en Salamanca el 3 de diciembre de 1920. Es su faceta ganadera la que aquí nos interesa, pues como diestro no tuvo gran renombre pese a que llegó a tomar la alternativa el 1 de junio de 1947 en Barcelona, cuando Curro Caro, ejerciendo Cañitas como testigo, le cedió la muerte del toro Pajarito, de Muriel.
Luciano Cobaleda heredó en 1948 una de las ocho partes en que se dividió la ganadería de su padre, Alicio Cobaleda Marcos. Las reses eran de origen coquilla, y don Luciano decide cruzarlas en 1954 con urcolas de Eusebia Galache sin que los productos resultantes sean de su agrado. Procede, pues, a eliminarlo todo y a rehacer la ganadería en 1968 con dos sementales berrendos -uno en negro, el otro en colorado- y ochenta vacas de los hermanos Arturo y José Luis Cobaleda González, todo ello de pura procedencia Vega-Villar.
El debut madrileño de los patasblancas de Luciano Cobaleda se produce el 7 de abril de 1974. El primero de la tarde hiere de gravedad al manchego Antonio Rojas cuando lo lanceaba de capote, y le impide confirmar la alternativa, por lo que la corrida se queda en un mano a mano entre Joaquín Bernadó y Raúl Sánchez.
El 20 de abril del siguiente año vuelven a lidiarse los lucianos en Madrid por el catalán Joaquín Bernadó (vuelta en ambos), el cordobés Fernando Tortosa (aviso en su primero) y el mozambiqueño Ricardo Chibanga (vuelta en su primero). De esta corrida queda en los corrales venteños un sobrero (Batanito, nº 15, cárdeno, de 589 kilos) que sería lidiado como tal por Miguel Márquez el inmediato 13 de mayo, durante la Feria de San Isidro. El toro, pese a ser solamente bravucón, era de imponente trapío y dio un juego espectacular en el primer tercio, arrancándose de largo con mucha alegría en cuatro envites, aunque saliendo rebotado en tres de ellos. La gente, encantada con el toro, pidió que se le diese la vuelta al ruedo póstuma pero el presidente, con buen criterio, no la concedió.
El 27 de mayo de 1976 vuelven los lucianos a Madrid. La corrida fue tremebunda de juego y pavorosa de presentación; un corridón del que darían cuenta Dámaso Gómez, El Puno(que acabó en la enfermería) y Antonio Rojas. Ese día se presentó en Madrid y triunfó el rejoneador Joao Moura, aún un niño, llevando de telonero a José Joaquín Moreno Silva. El maestro Joaquín Vidal, que titulaba ¡Justicia para los modestos! su crónica de aquel histórico festejo, la comenzaba con un párrafo bellísimo que describía perfectamente lo que sentimos los aficionados que tuvimos la fortuna de estar ese día en Las Ventas:
"Al final de la corrida, una conmoción recorrió los tendidos. Pienso que todos teníamos un nudo en la garganta. El toro, que ya había sido aclamado por su trapío al saltar a la arena, se resistía a morir de la estocada, su casta le aferraba a la vida, pugnaba por embestir. Antonio Rojas, que ya tenía ganado el triunfo, permanecía arrogante, junto a aquella cabeza de exposición, dos guadañas aceradas, que había sabido salvar en 30 pases de escalofrío. Entre la ovación restallante, surgió entonces de los magníficos aficionados de la andanada del 8 el clamor que ponía en lo alto la bandera de la verdad de esta fiesta y magnificaba el triunfo del torero: «iEso es un toro, eso es un toro!». Al instante, toda la plaza, ¡toda!, repetía el grito: «¡Eso es un toro, eso es un toro!». Tres matadores modestos, tres matadores que no tienen ni oportunidad de vestirse de luces, le echaron ayer el valor de salir al ruedo de Las Ventas a ponerse delante de una corrida de toros muy seria, tanto como se ha venido pidiendo; una de esas corridas de toros que, según dicen los del «bunker», no existe; una corrida de toros que ni por casualidad remota ha pasado por los corrales de la plaza en esos desfiles de reses a docenas que intentan trampear las figuras para sorprender la buena fe de aficionados, veterinarios y autoridad".
Con gran expectación de los aficionados vuelven los toros de Luciano Cobaleda a la feria de San Isidro de 1977, el 29 de mayo, con ocho toros, dos para ser rejoneados por Manuel Vidrié (oreja) y el portugués José Maldonado, que sustituía a un lesionado Lupi, y los seis restantes para ser muertos a estoque por José Fuentes, José Luis Galloso (vuelta en su primero) y Gabriel Puerta (vuelta en su segundo), que confirmó la alternativa. Otra vez Joaquín Vidal:
"La del domingo pudo ser, y en muchas cosas fue, la corrida de la feria, en cuanto a la presentación y el comportamiento del ganado. Salieron los cobaledas como para dar un síncope al mismísimo Frascuelo. Toros con cuajo y hondura, pechos y culatas poderosos, y por delante, un armamento que hacía temblar el misterio. Toros de fachada antigua, escapados de las estampas de La Lidia (esa joya que nadie ha sabido igualar, aunque poder se puede, puesto que los canales de información y las artes gráficas se han perfeccionado tanto). Toros de una vez, y además, en conjunto, parejos. Seriedad en las caras, presencia pavorosa, agresividad. Y casta. Me río de tanto canto como se ha hecho a aquel hierro, y al otro, y al otro, porque tenían movilidad, aunque tres toros de aquél salían de los caballos pegando coces y los demás aceptaban las varas, los del otro se caían más o menos (más bien más), y los del otro tomaban las telas como borregos. Movilidad, casta, también genio, emoción y presencia por igual tremenda, poseyeron de sobra los correosos cobaledas de don Luciano, que además cumplían bien en varas, aunque ninguno pudo calificarse como bravo, pues cuál después de tomar un primer puyazo de largo y con entrega absoluta, en los siguientes acababa saliéndose de la suerte, cuál cabeceó el peto, cuál se quitó el palo".
Con sólo cuatro corridas y un sobrero lidiados en Madrid en cuatro años, los lucianos ya eran toros de leyenda. La afición los requiere y los profesionales no quieren verlos ni en pintura. En 1978 son anunciados para el 29 de mayo, pero la corrida es suspendida por la lluvia. El 15 de junio, en la tradicional Corrida de la Prensa, otra corrida de Luciano Cobaleda es lidiada por Gabriel de la Casa, Manolo Cortés y Gabriel Puerta. Álvaro Domecq rejonearía a uno de Torrestrella.
La corrida es terciada pero bien presentada y cornalona. Como siempre, derrocha casta a raudales. En este festejo cunde el pánico entre las cuadrillas, sobre todo tras la tremenda cogida que sufre Gabriel de la Casa al lancear de salida al cuarto. Es llevado inconsciente a la enfermería y los picadores despedazan a los tres últimos toros, que por ello se ponen a la defensiva y peligrosísimos. Joaquín Vidal acaba su crónica pidiendo tila:
"Terroríficos cobaledas, duros, aunque no tan malos como resultaron por la infame lidia que se les dio. Pero, ¡atención!, vuelven el domingo. No los de ayer, que muertos, arrastrados y a estas horas seguramente en el puchero están, sino otros. Más de la misma camada. ¿Hay suficiente tila en las boticas?".
En efecto, el domingo 18 de junio se lidiaron los toros de la corrida suspendida en la feria: Un toro de El Campillo para ser rejoneado por Luis Valdenebro y seis de Luciano Cobaleda para Sánchez Bejarano, El Puno y El Regio. La afición se hace cruces y no se explica todavía cómo los tres matadores lograron salir por su pie de la plaza, pues la corrida fue durísima, muy mansa, de mucho sentido e impecable presentación. El primero derribó en las dos primeras varas y desmontó al picador en la tercera; el segundo fue noble pero nada tonto; cuarto y quinto resultaron casi ilidiables y peligrosísimos, y a los dos toros de El Regio les pusieron banderillas negras... Hizo bien Vidal en solicitar tila tres días antes.
En 1979 los lucianos llegaban a Madrid el 30 de septiembre. Sería la última vez. Otra corrida de pavorosa presentación con un remiendo de García Romero (6º), también terrorífico, para Julián García, Raúl Sánchez y Manuel Rodríguez (vuelta en su primero y aviso en el sexto). El talaverano Raúl Sánchez estuvo hecho un tío, como siempre, aguantando tarascadas que quitaban el hipo a los aficionados, y haciendo fácil lo que para cualquier otro matador resultaría imposible.
A partir de 1980, por problemas que no vienen al caso, el ganadero vende sus toros de mala manera, básicamente para rejones, y salda las vacas en lotes varios, hasta que pone punto final a su ganadería vendiendo el hierro y sus derechos en 1984.
(Volví del chiquero con un runrun en la cabeza y justo me dieron unas voces desde el tendido 6. Era para recordarme, a través de las palabras de Salva y Bastonito, los Luciano Cobaleda. Terror y Pavor con forma de TORO salidos de las entrañas del Campo Charro. Por eso he decidido, yo también, hacerles un pequeño homenaje en este mi espacio. Ya que coincidiendo con lo que voy sacando en claro día a día, puedo afirmar que quiero más corridas como estas, más TOROS como estos. Espero que no me acusen de antitaurino por ello...)