(Entre Moraleja y Coria)
(Piedra en seco y ganado bravo: Paisaje de mi infancia)
(
Un recuerdo)
"Había caido de espaldas clavandome un pequeño montón de piedras en las costillas. Resoplé quedandome tendido un rato. Le di una patada desde el suelo a la causante de mi derribo y me reincorporé. Vi que ella podía ser el comienzo de una construcción que brotaba de la tierra casi natural, aunque sinceramente no creo que pudiera tener un lugar de origen o un lugar de fin. Las piedras iban apilandose más y más, desde la gravilla por el suelo hasta un muro bien formado de más de un metro de altura. Mis pies decidieron seguir el muro como si fuera un camino, andando por encima, tan larga era su extensión que se perdía a lo lejos sobre lomas, para desaparecer hasta la arena en un brazo o erguirse hasta ser más alto que yo en otro opuesto. Iba como jugando de niño, ya no podía pisar el suelo, sólo piedras, por lo que mi camino era guiado por donde estos muros fueran más fuertes y consistentes.
Llevaba horas brincando por esos muros que se alejaban leguas incontables, ascendiendo, bajando, rodeando, bifurcándose, quebrándose, con la lenta paciencia, pero también la siempre renovada incertidumbre de una serranía cuando sentí que esa construcción había logrado entenderse por la naturaleza, entregandose a ella... Y fue mi alegría tal de encontrar esto que empecé a correr otra vez.
Agotado, con la boca sabiendome a hierro, llegué aun cercado donde estaba un toro. Este destacaba solo e imponente en el medio. Sus cuernos eran guadañas y su andar era majestuoso entre los muros. Me senté a observarlo en su plenitud. Mis ojos se abrían y abrían para no perder detalle. Fascinado. Mis manos, emocionadas, apretaban las piedras que formaban el muro que protegía al animal. Los muros de piedra en seco como en el que estaba sentado son resultado de una técnica de construcción tradicional que utiliza únicamente piedras sin ningún tipo de mortero o de aglutinante para su fijado. Es cierto que a veces utiliza tierra o pequeñas piedras para nivelar las grandes piedras pero siempre como pequeñas calas. Las piedras así ensambladas se sostienen por su propio peso. Tampoco vale la utilización de troncos, cañas u otros vegetales para sujetar las piedras. En resumen, es una técnica que aprovecha las piedras existentes en el lugar, a veces con su misma forma, a veces desbastándolas, e incluso a veces tallándolas ligeramente, para construir paisajes, para habilitar edificios, para humanizar territorios. En consecuencia, esos mismos territorios “salvajes”, empleando cosas “naturales”, se convierten en “construidos”, en “humanizados”, gracias al esfuerzo de muchas personas, a lo largo de siglos...
"Este muro es como la afición, la afición es como este muro, somos piedras..." Era la letanía que escapaba de mis labios. Me sentía parte de ese conjunto de piedras sin aglutinar, sin cohexionar, unas más grandes y otras más pequeñas, que se sostienen por su propio peso, sin apoyos de nadie ajeno, sin alivios, humanizando lo salvaje con naturaleza a través de siglos, protegiendo a ese toro como un regalo... Aguantando embites de una modernidad de ladrillo fabricado en serie, todos iguales, del mismo color, tamaño y numero de agujeros, más feos y ahogados por el cemento cohexionador...
El toro se acercó, sentí su respiración, no me moví, mi vista se aclaró y volvieron las tres dimensiones. Era el momento de volver a casa. Me puse en pie y me despedí desde el muro. Al darme la vuelta y empezar a caminar sobre las piedras volvió la letanía...
"Este muro es como la afición, la afición es como este muro, somos piedras..."".