¿Cuál es el verdadero alpinismo? Hay diferentes estilos de ascensión, y diferentes modos de vivir la montaña. Está el alpinismo de rutas normales y que anda también por rutas difíciles ya conquistadas. En él prima la seguridad y el alpinista está muy arropado. Y está luego el que es para mí el verdadero alpinismo, en el que el compromiso se dispara, en el que estás solo, sientes el riesgo, pero también la mayor satisfacción. En esta segunda vertiente, la forma de afrontar la escalada es la más limpia, al estilo alpino, sin cuerdas fijas, sin campos de altura ya establecidos. Cuando en esa situación sufres un accidente a 7.000 metros, la retirada es casi imposible, como le ha sucedido a los tres surcoreanos en la cara sur del Annapurna. Entonces no tienes un cordón umbilical que pueda salvarte, sino que has de montarte los rápeles e intentar salvar la vida.
El estilo alpino es la defensa de la pureza. Es una vuelta a los orígenes, a cómo se escalaba en los Alpes. De ahí su nombre. Entonces la gente salía de su casa con una mochila con todo lo necesario, escalaba y regresaba. Eso, claro, es muchísimo más complicado en las grandes montañas, pero el espíritu de esos primeros montañeros sigue vivo. Llevar una mochila con más de 15 kilos de peso para intentar subir a más de 8.000 metros es una empresa más que complicada. Pero supone también enfrentarte a la montaña con tus propios medios. Cuanto más cuesta, más satisfacción encuentras. No es lo mismo ir al Everest con todas las ayudas que ir tú solo. En esos momentos, la satisfacción es infinita.
Hoy en día, la gran mayoría pisa las rutas normales y masificadas. Pero el otro alpinismo nunca se perderá. Siempre existirá el alpinismo puro. Cada una tiene un valor diferente. En el estilo alpino no se busca la fama. Sí, las posibilidades de éxito y la seguridad son mayores en la otra vía, y la gente se fija más en los Juanitos y Edurnes. En la otra vertiente hay mucha gente anónima. Yo entiendo el alpinismo al estilo puro. Defiendo el alpinismo de pocos medios, porque es una lucha de igual a igual. Eso es lo más bonito y lo que da más satisfacciones. Es lo que más se acerca al ideal del alpinismo. El circo está muy bien para quien quiera simplemente coleccionar ochomiles.
Ascendí el Annapurna en 1999 por la carta norte. Tanto esta como la sur tienen muchas muertes a sus espaldas. La norte es más sencilla técnicamente, pero la sur, más escarpada, es con la que sueña todo alpinista, la más difícil, también la más peligrosa, y la que tiene un triste historial, pero ahí viven nuestros sueños.
Juan Vallejo, alavés de 41 años, ha subido nueve ochomiles entre 1995 y 2010.
(A la vuelta de la colina encuentro periódicos viejos hablando de muerte en la montaña más peligrosa del mundo, el Annapurna. Según datos estadísticos de 2004, el Annapurna tenía un coeficiente de peligrosidad del 40,2% con 55 muertes en 137 ascensiones. Los datos se han incrementado, pero el coeficiente se mantiene. 4 de cada 10 alpinistas mueren al desafiarla. En El País, Juan Vallejo escribe sobre circos y pureza, ustedes lo saben y yo lo sé, está hablando de toros)
(si usted es tan amable y conoce algún torero, hágaselo ver y escuchar)
La cara Sur del Annapurna, donde habitan los sueños...