Mi Mulo me hace sentirme como un aficionado cómico...
Mi Mulo me hace sentirme como un aficionado viejo y amargado...
Mi Mulo me hace sentir como un aficionado fuerte y poderoso...
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Mi mulo es mediano, peludo, aspero; tan blanco por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva tinte. Sólo los faros de cobalto de sus ojos son de color cual dos escarabajos peloteros azules de Egipto.
Siempre suelto, se va al secarral, y azota bruscamente con su morro, despanzurrandolos, los hierbajos marchitos, pardos y secos... Lo llamo a gritos: "¡Mulo!", y se aleja de mí aperreado, que parece que se ríe, en no sé qué puteo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las cascaras, los restos, todas las basuras, con sus cristalinas moscas flotando...
Es desabrido y cruel igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paseo junto a él, los sabados, por las últimas callejas del barrio chino, las putas inmigrantes, vestidas con lascivia y despaciosas, se quedan mirandolo:
- Tien'asero...
Tiene acero. Acero y plata de yonki, al mismo tiempo.
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Cuando desperté el Mulo todavía estaba allí...
Es mi primer recuerdo suyo, me levanté por la mañana y supe que ya le conocía de antes...
Un día coló su cabeza por mi ventana, al siguiente lo repitió, y desde entonces entró en mi vida...
En ocasiones me levanta lamiendome la cara, en otras mordiendome una oreja. Lo que está claro es que mi Mulo no tiene termino medio. Por eso cuando discuto con él, veo que yo muchas veces tampoco... Parece una inmensa veleta que gira y gira para situarse en dirección contraria de lo que yo digo...
Mi Mulo habla, vee la tele, le gustan muchos tipos de música y conversa conmigo sobre el mundo de los toros... Sí yo digo una cosa, él dice la otra... Es de esos mulos que a veces odio, porque me hacen pensar y esformarme en lo que digo. Nunca puede darme la razón. Mata mi soberbia...
Acémila que es, se defiende a coces verbales. Defiende una visión de la fiesta (y del mundo) continuista. Lo que quiere decir que no cree que las cosas vayan mucho mejor o peor que antes, si no más o menos igual. Siempre ha habido ricos y pobres, toreros famosos y toreros gladiadores, fraude y gloria, corridas de pueblo y señoras plazas, tardes buenas y tardes malas... Es una teoría, alejada de los romanticismos baratos de mucho aficionado y de la euforia panfletaria de los medios de comunicación, que a veces consideró la más realista. Como cuando vi la película de
José María Forqué "Yo he visto la muerte" (1965).Para el que no la conozca, decirle que es un semi-documental sobre la fiesta de los toros. Se divide en 4 partes, cada una protagonizada por un diestro diferente, todas con algo relacionado con la muerte. Los diestros son Antonio Bienvenida, los Domecq, Andrés Vazquez, y por último Luis Miguel Dominguín.
"De blanco y oro" es el episodio que más me hizo cabilar. En el se cuenta como Antonio Bienvenida es cogido por un toro, y como a continuación afronta el percance hasta superarlo. Decir que Bienvenida expulsa torería por los poros sería quedarse corto. Cada palabra, cada gesto, cada acto, componen un monumento a la tauromaquia en todos sus bellos sentidos... Y es que, en estos días de nuestro señor, éste Maestro es nombrado como un mito por cualquier aficionado que se precie. Es nombrado como un ejemplo a seguir. Es nombrado por los aficionados más rancios como uno de los sumos defensores de los cánones sagrados de la tauromaquia...
¿Pero que pasa en la película? Que el diestro se presenta en Las Ventas para torear y es abucheado... Es abucheado por un grupo de aficionados por no arrimarse lo suficiente con un toro. Es llamado "máscara"... Y Don Antonio se pone a intentar sacarle unos pases al morlaco, sin darle distancia, tocandole el pitón, confiado, justo antes de que éste suelte un gañafón que casi le salta la cabeza. A continuación vemos como se llevan el cuerpo por el callejón. Repetida la imagen una y otra vez. La poética de la sangre primaveral en la plaza.
Luego, el Maestro se recupera, elige un toro de la misma ganadería, se viste con el mismo traje (de blanco y oro), y en la misma plaza y en el mismo punto donde sufrió el percance, rubrica su vuelta a la vida a traves del triunfo y de la superación del miedo a la muerte...
Dando la vuelta al ruedo entre clamores, borra con su capote la cruz marcada en la arena donde debía rendir cuentas consigo mismo.
Y a todo esto, los mismos que lo habían crucificado con anterioridad, ahora le aplauden con fuerza...
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Mi Mulo a veces me hace sentir como estos aficionados. ¿Que dirían estos señores sobre Bienvenida en sus tiempos? ¿Dirían que estaba acabado? ¿Dirían que era un mentiroso? ¿Un estafador? ¿Dirían que no ponía la pata pa'lante?...
¿De todo eso que decían a quedado algo? ¿Eran aficionados cabales que reclamaban como a cualquier otro?... Seguro que Don Antonio también tuvo alguna mala tarde. Seguro que se llevó abucheos más de una vez... ¿No ha cambiado nada? ¿todo va a peor? ¿nada va a mejor?...
Y aquí estoy dandole vueltas al asunto, intentando llegar a una respuesta...
Intentando callarle la boca a ese Mulo que siempre me lleva la contraria...
A ese mulo que me hace pensar y me discute cada día...
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Por la cueva en silencio, encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres colores...